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lunes, 22 de junio de 2009

Puerta 12, una herida que no para de sangrar (parte 1)

El reloj marcaba las 17, gritos, oscuridad, ruido de huesos rotos, desesperación y muerte en un estadio de fútbol en una fría tarde en la Ciudad de Buenos Aires, la sin nombre se cobraba las vidas de 71 personas que fueron a ver una nueva edición del superclásico River-Boca.
23 de junio de 1968 es la fatídica fecha de la mayor tragedia del fútbol argentino y el escenario fue el estadio Monumental donde atrás había quedado un abúlico partido sin goles y con pocas situaciones de riesgo y de un desenlace impensado que trascendería los límites del campo de juego.
Las anécdotas del campo cuentan que minutos antes del arranque del partido Ángel Clemente Rojas decidió jugarle una broma de mal gusto al gran Amadeo Carrizo quien siempre atajaba con una emblemática gorra que era la cábala del portero millonario.
Instantes previos al comienzo el goleador xeneize fue a saludarlo y le arrebató la gorra lo cual generó una discusión y el malestar de Carrizo quien exigió la devolución de la misma caso contrario el partido no empezaba.
River llegaba al choque realizando una mala campaña y Boca mejor que su rival pero aún así tampoco había tenido un gran torneo.
La convergencia de distintos factores fueron los responsables del triste episodio en épocas donde el Monumental albergaba 90.000 almas.
La desesperación de la gente por huir despavorida después de un partido aburrido, las bajas temperaturas, la excesiva cantidad de público, la escalinata oscura sin iluminación, una Argentina sumida en un gobierno militar dictatorial bajo el mando del General Juan Carlos Onganía quien tenía como premisa ganar las canchas, la calle y las universidades.
Una nación sumergida en un clima de brutal represión donde las fuerzas policiales accionaban con brutalidad como también lo hicieron en 1966 desalojando las sedes de Exactas y Filosofía de Universidad de Buenos Aires, destruyendo los laboratorios y sus bibliotecas en lo que más tarde se conocería como "La noche de los bastones largos".
Condenando además al exilio forzado a muchos estudiantes y desperdiciando una generación brillante.
En ese marco agobiante la tragedia de la puerta 12 tuvo lugar y los diferentes testimonios hablaron de negligencia por parte de River que dejó los molinetes colocados y el portón cerrado.
La policía también fue acusada por diferentes testigos de tener cuota parte de responsabilidad por no haber sabido resolver una situación caótica y por reprimir salvajemente.
Lo que siguió fue un prologo de historias de impunidad, corrupción, negación, silencios, desamparo olvido y abandono que décadas posteriores se repetirían en nuestro país


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