La excursión de River a la ciudad de La Plata dejó un saldo negativo desde lo futbolístico.El equipo dirigido por Diego Simeone generó poco y nada en ofensiva.
Con Alexis Sánchez confinado al sector derecho, un Ortega intermitente, Falcao perdido en su propio laberinto y Abreu en soledad, River terminó siendo un team anémico a la hora de atacar.
El balón fue propiedad de Estudiantes que gracias a su conductor Juan Sebastián Verón manejó los tiempos del encuentro y cascoteó el arco custodiadiado por Carrizo con envios aéreos.
Ni el ingreso de Augusto Fernández, ni el de Diego Buonanotte pudieron torcer el destino de un pobrísimo papel del millonario, que dejó pasar la excelente chance de seguir en lo más alto del torneo Clausura.
Es más, si no hubiese sido por las intervenciones de Juan Pablo Carrizo ante las pocas y esporádicas situaciones del Pincha, la cuestión hubiese sido peor aún.
Como estaba planteado el partido el que convertía el primer gol se llevaba los tres puntos.
La sensación que flotaba en el aire era que Estudiantes era el que estaba cerca de conseguirlo.
La señal inequívoca de sequía en ataque por dar un ejemplo fue que Radamel Falcao pateó por primera vez al arco recién faltando diez minutos para concluir el duelo.
Lo preocupante fue la imagen del final, un River acorralado, sin un patrón definido de juego, rechazando los embates del equipo de Sensini con el único objetivo de arañar una unidad.
Es cierto que la expulsión de Cabral condicionó pero antes de salida del defensor River estuvo muy lejos de ser un equipo temible.
Muy poco para un equipo con pretensiones de ser campeón y que sufre mucho cada vez que sale de su casa.
River quedó en deuda, ahora tiene la posibilidad de recomponer la pálida actuación del domingo frente a Universidad Católica el miércoles por la Copa y el fin de semana que viene cuando enfrente al alícaido Racing en el Monumental.
Patricio García Rudi
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