Los malos resultados en un campeonato que encuentra a River más cerca del fondo de la tabla que de la cima han condenado a Leonardo Astrada. Es una verdad a gritos que el técnico millonario debió administrar un plantel flaco en calidad futbolística e indigente en capacidad de amor propio y orgullo para no caer en un tobogán al infinito de derrotas.
Los dardos de la nueva dirigencia apuntaron a la no conformación de un mismo equipo a lo largo del torneo, transmitiendo el entrenador su inseguridad al plantel.
Es que Astrada a lo largo de 14 fechas, ya sea por lesiones, suspensiones, o por decisión propia nunca puso en cancha el mismo once titular dos fechas seguidas.
Pero sin lugar a dudas la gota que colmó la paciencia de los dirigentes fue la resurrección de Ariel Ortega, a quien Astrada por sugerencias no explicitas de la superioridad se había encargado de pasar a retiro.
Era ya un hecho que desaparecido de escena el Burrito el clamor de la hinchada por el ídolo se había apagado hasta la extinción.
La nula respuesta en soluciones de Mauro Díaz y el paraguayo Rodrigo Rojas y los pésimos resultados llevaron al técnico a un callejón sin salida por lo cual debió dar una nueva chance al jujeño.
La bronca de Passarella y compañía todavía retumba en los pasillos del Monumental porque el plan de apagado paulatino y sutil de la estrella de Ortega quedó destruido con el indulto de Astrada.
Entonces ahora deberá asumir el presidente con toda su espalda y el costo político de quedar en la historia como aquel que puso fin a la carrera de Ariel Ortega.
1 comentario:
Como dije en la entrada anterior a mi nunca me gustó Astrada como técnico, pero lo que denunciás abajo es muy greve y si es cierto la responsabilidad la tiene el máximo nivel riverplatense
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