Tarde de sensaciones encontradas, desde una vertiente la verguenza por ser el peor equipo del torneo y converguiendo en simultáneo la despedida de Diego Simeone quien en los últimos meses jamás le pudo encontrar la punta al ovillo del fútbol millonario.
En el medio hubo un partido y enfrente estaba Huracán que no se apiadó ni un poquito del pésimo momento de River. Aprovechó por completo de las ventajas dignas de una escuadra amateur que el local dio en el primer tiempo y se fue al descanso 3 a o arriba en el tanteador.
La segunda etapa deparaba dos incógnitas. En primer término era saber sí al menos habría algún atisbo de reacción anímica y la segunda sí el Globo al fin de cuentas haría de River un festín cual León en epóca de cacería.
Abelairas recuperó la memoria perdida- quien sabe donde- y de tiro libre clavó un golazo para iniciar lo que hasta ese momento era la tibia ilusión de la remontada.
El ingreso de Rosales por la franja derecha al mejor estilo viejo wing derecho hizo que River continuara el asedio a esa fortaleza que era la defensa rival la cual dejó de ser inexpugnable.
Falcao desde los doce pasos pusó el resultado a tiro del empate y la cabeza de Tuzzio estampó el tercer grito, el del empate, el del desahogo final que al menos sirvió para que Simeone tuviera al menos una despedida tal vez un poco menos triste.
Soy de River
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