Cuando Mariano Donda se paró frente al balón para ejecutar un tiro libre a 35 metros del arco que custodiaba Juan Pablo Carrizo, el aroma a gol se instaló en el Monumental solo para algunos pocos.
Es que lo que fue sorpresa para muchos no lo fue tanto para aquellos que guardan en la memoria reciente un antecedente cercano y menospreciado.
En la séptima fecha el autor del segundo gol de Godoy Cruz ya había sometido por la misma vía a Daniel Islas de Tigre.
Fue el epílogo de un River con libreto agotado que terminó cayendo sin atenuantes ante un rival sin tanto miedo y que con una leve dosis de audacia se alzó con el premio mayor, los tres puntos.
Antes del final de manos vacías hubo un primer tiempo en el que River jugo de manera aceptable, mostrando las virtudes del rigor defensivo y la presión asfixiante en el medio.
Los ataques iniciados por las bandas vía Juan Manuel Díaz por izquierda y con Ferrari por la banda derecha fueron las armas más utilizadas para lastimar al Tomba.
El gol llegó como premio al esfuerzo con el testazo de Maidana, ese mismo premio le fue arrebatado de las manos 18 minutos después ( 15 de entretiempo, más 3 de juego).
En una jugada con errores por acción y omisión. Román habilitó a Zelmar García y Ferrari lo dejó solo para que estampara el empate.
River fue voluntarioso, entusiasta y desprolijo y hasta pudo ganarlo con los remates de Acevedo, Buonanotte y Lamela ( no habrá pegado un ojo en toda la noche). Pero no le alcanzó.
Los nervios de los que juegan, la indecisión y el temor del entrenador y el bombazo de Donda se complotaron para que River se quedará con las manos vacías.
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