Minutos después con el mano a mano que no pudo convertir en gol Falcao creímos que por fin River había encontrado su norte futbolístico.
Todo fue un espejismo que duró un suspiro, porque después de las dos opciones claras, River se fue desdibujando y terminó por desparecer con el devenir del encuentro.
Es cierto que mejoró el andamiaje defensivo en relación al traspie copero de entresemana.
También es una verdad a gritos que River está en deuda en eso de intimidar a los rivales a la hora de atacar.
Las responsabilidades son compartidas. El esquema elegido por Simeone muestra falencias de armado en ofensiva.
Los encargados de generar y definir tienen culpas propias pero también el esquema diseñado por el entrenador los encima en exceso y en otras los condena al ostracismo.
Ortega, Falcao y Abreu solo asustan al oponente con sus apellidos escritos en un papel, en la red poco han aportado hasta aquí.
El orden no es casualidad. Ortega el mimado de Simeone no desequilibra, no prevalece con su gambeta en el mano a mano.
Aparece en forma espóradica, intrascendente y cuando lo hace es solo para dar pases laterales.
Hoy esta lejos de ser el líder futbolístico que River necesita imperiosamente.
Falcao juega confundido y aturdido, deambulando lejos el área.
Abreu es un Robinson Crusoe: solitario, desconectado, aislado y sin chances de gol.
El amargo cero a cero nos dejó la sensación que este River por ahora ataca pero no lastima.
Patricio García Rudi
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