Arrancó mejor el local con Hauche movedizo y un Peñalba que se movía con inteligencia en el mediocampo, pero con el correr de los minutos Buonanotte se erigió en el conductor y también en un mal organizador ya que a pesar de tener contacto con el balón en forma sostenida remató en exceso al arco en forma desviada y en otras sus habilitaciones fueron defectuosas para Falcao y Fabbiani.
Lo mejor de River se vio en el final de la primera parte y en el comienzo de la segunda, disponiendo de muchas chances para abrir el marcador.
Mauro Díaz desde lejos, Barrado por la misma vía Buonanotte también de media distancia, Fabbiani de derecha y cayéndose cerca del palo, algunas de las chances para romper con el cero.
Pasado el momento favorable, el ímpetu se fue diluyendo y lo continuo se transformó en esporádico.
Falcao fue el símbolo que mejor representa un plantel incompleto, defectuoso. Sacrificado y solidario como siempre el colombiano tuvo en sus pies las tres mejores situaciones para convertir y así como las tuvo también las desperdició.
En la primera ingresando por la izquierda cara a cara con Torrico, remató pero el tiro se desvió en un defensor de Argentinos y derivó en corner, la segunda con un disparo que reventó el travesaño, la última luego de una jugada bárbara de Fabbiani, habilitando Radamel que entraba solo por la derecha con tiempo, espacio y perfil de derecha terminó rematando por arriba del arco.
Con esa última opción dilapidada, quedó flotando en el aire la sensación en el Diego Armando Maradona que si River no había llegado al gol en esa jugada, no lo haría en ninguna otra.
Con el empate consumado la conclusión deja un sabor amargo por la chance desaprovechada de sumar de a tres, de ratificar el buen momento post triunfo ante el Rojo sumándole otro triunfo, oportunidad que se dejó pasar, de un River al que el tren del semestre se le pasó hace rato.
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